JUANA LA AVANZADORA

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JUANA La Avanzadora

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JUANA

La Avanzadora Colección Infantil Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información Final Boulevard Panteón, Torre Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, parroquia Altagracia. Caracas – Dtto. Capital, Venezuela. Rif: G-20003090-9

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Nicolás Maduro Moros Presidente de la República Bolivariana de Venezuela Desiree Santos Amaral Ministra del Poder Popular para la Comunicación y la Información Rolando Corao Viceministro de Comunicación e Información Dalia Eloísa Lagonell Viceministra para Medios Impresos Francisco Ávila Director General de Publicaciones Texto: Michel Bonnefoy Ilustraciones: Braulio González Diseño y diagramación: Saira Arias Depósito legal: lfi87120158003309 ISBN: 978-980-227-267-9 Impreso en la República Bolivariana de Venezuela en la Imprenta Nacional y Gaceta Oficial 5.000 ejemplares Octubre, 2015

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n todos los campos de batalla donde le tocó enfrentar a los ejércitos del imperio español, Juana Ramírez se encontraba en la primera fila. Por eso la llamaban La Avanzadora, porque avanzaba con el pecho expuesto a las balas, con el machete en alto, obligando a retroceder a los potros desbocados de la caballería realista, siempre con la bandera flameando para que la sigan los soldados patriotas, las mujeres guerreras, el pueblo que se resistía a sufrir el dominio extranjero. Así era Juana La Avanzadora, mujer fuerte y valiente, morena de armas tomar, nacida para combatir a los enemigos de su patria.

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Su madre, Guadalupe, fue una esclava traída de África en la bodega de un barco negrero, azotada en el puerto y expuesta a las miradas lujuriosas de los que podrían ser sus amos. Pero tuvo suerte. Fue comprada por la familia del general Andrés Rojas, para trabajar en las tierras propiedad de la familia.

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Con el transcurrir de los años, el general Andrés Rojas, miembro eminente de esa familia de hacendados, se enamoró de la esclava Guadalupe y dio nacimiento a una niña hermosa de pelos encrespados que llamaron Juana, sin saber que un día sería heroína de la República de Venezuela. Corría el año 1790 cuando aquel feliz nacimiento sucedió en Chaguaramas, hoy municipio Piar, estado Monagas.

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La niña se ganó el afecto de varios miembros de la familia, entre ellos el de doña Teresa Ramírez de Balderrama, quien se encariñó mucho con la niña Juana, que luego se hizo una muchachita avispada que aprendía rápido, a pesar de que todo el tiempo quería jugar en el patio. Doña Teresa la adoraba, tanto que le dio su apellido; sin embargo, años después no pudo retener a la joven mujer que quiso acompañar a la guerra a su padre, el oficial Andrés Rojas, quien le enseñó a amar su patria y odiar a los colonizadores españoles.

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Las normas estrictas de la época no le permitieron al general Rojas reconocer a Juana como su hija, pero la amó y guió sus pasos para hacer de ella una patriota orgullosa de su tierra y de su pueblo, dispuesta a dar la vida por la libertad y admiradora de los líderes de la lucha por la independencia, Bolívar por supuesto, pero también Bermúdez, Piar y Monagas, bajo las órdenes de quienes más tarde Juana La Avanzadora se destacaría como combatiente disciplinada.

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Ya adulta, se instaló en las cercanías de Maturín, en una casa modesta con un patio floreado, unas pocas gallinas y dos perros que no se despegaban de sus faldas cuando iba al río a buscar agua o al huerto a cortar los tomates maduros. Trabajaba como lavandera y llevaba una vida plácida, pero no dudó en abrazar la causa de la independencia cuando la guerra tocó a su puerta. Dejó todo y partió a ofrecer su voluntad y su fuerza, su capacidad de entrega y de organización para apoyar a las tropas libertadoras.

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Junto con otras mujeres patriotas, Graciosa de Sifontes, María Antonia Ramírez, Dolores Betancourt, Marta Cumbale, cumplieron todas las misiones que les asignaron, desde atender a los heridos hasta disparar los cañones. Les tocó enfrentar a los oficiales españoles más sanguinarios, Antonio Zuazola, De la Hoz, Monteverde y Morales, ninguno de los cuales logró asustarlas, ni siquiera obligarlas a retroceder. Contra todos ellos avanzaron, con la ropa desgarrada, con sed, la fatiga y el calor en el cuerpo, el miedo y a menudo la falta de armamento adecuado, pero nunca desfallecientes.

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Su participación en la batalla del Alto de los Godos, al oeste de Maturín, el 25 de mayo de 1813, fue memorable. El combate fue implacable y se prolongó hasta altas horas de la noche, con la victoria de los patriotas, que contaban con dos mil soldados para enfrentar a las tropas más numerosas de Monteverde. Juana estaba cerca de lo que hoy es la Plaza Piar de Maturín con parte de la artillería, atendiendo a los heridos, disparando los cañones y protegiendo a los niños y los ancianos que habían quedado atrapados en la ciudad.

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De pronto, a media tarde, llegó la noticia de que a los patriotas se les estaban acabando las municiones y que los realistas se preparaban para lanzar un ataque aprovechando esa fragilidad del ejército libertador. El comandante Felipe Carrasquel ordenó a Juana y su Batería de Mujeres, así las llamaban, atacar a los godos, lo que hicieron con las armas que tenían, pero sobre todo con mucho coraje y amor a la patria.

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El ataque de los patriotas fue efectivo y Monteverde junto a sus hombres tuvieron que retirarse derrotados del campo de batalla, abandonando sus cofres, armas, municiones, dinero y tres caĂąones que serĂ­an muy Ăştiles en el futuro para defender la tierra liberada.

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En esa batalla, Juana, después de avanzar en medio de las balas y llegar al corazón del ejército español, con el vestido hecho trizas, la cara sucia de tierra y sangre, le quitó la espada a un oficial muerto y la levantó como símbolo de victoria patria.

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Infelizmente, las guerras no se ganan con una batalla. Algunos meses después, en diciembre de 1814, Maturín cayó en manos del jefe realista José Francisco Morales, que quemó y destruyó la ciudad, la saqueó, robó, asesinó y violó a su antojo. La mayoría de la población de Maturín en ese momento la componían los refugiados que habían llegado de Caracas durante la larga marcha que se conoce como la emigración a Oriente, luego de que Bolívar decidiera abandonar la capital ante el avance indetenible de Boves.

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Juana Ramírez y muchos otros resistentes huyeron a las montañas cercanas para emprender una guerra de guerrillas. Sobrevivieron en condiciones muy difíciles, durmiendo a la intemperie, escondiéndose en cuevas desconocidas por los españoles, comiendo lo que podían cazar, acampando a orillas de los riachuelos, pero sobre todo atacando por sorpresa los batallones realistas que salían de la ciudad. Así se fue desarrollando la guerra de independencia, con mucho sacrificio, hambre y miedo, batallas mortíferas.

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En esos años, Juana se enamoró de un patriota, con quien compartió los compromisos de la lucha libertadora, pero también las dulzuras del amor, hasta que llegó la paz y ambos se instalaron en Chaguaramas, donde tuvieron cinco hijas: Clara, Juana, Juana, Josefa y Victoria, y se dedicaron a la agricultura.

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Juana Ramírez murió en 1856 en Guacharacas, hoy San Vicente, Monagas, y fue sepultada en el cementerio del pueblo. Años después, los monaguenses reconocieron públicamente su coraje y valor, y hoy la ciudad de Maturín se engalana con una hermosa estatua en honor a Juana La Avanzadora, cuyo espíritu sigue velando por la libertad de la patria.

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a mujer nos es muy superior. Dios la ha dotado de gran perspicacia y sensibilidad y ha puesto en su corazón fibras delicadísimas, cuerdas muy sensibles a todo lo noble y elevado. El patriotismo, la admiración, el amor hacen vibrar esas cuerdas y de allí resulta la caridad, la abnegación y el sacrificio. Simón Bolívar Julio, 1819

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