Los dioses griegos del Olimpo recurrían con frecuencia a mensajeros para transmitir sus deseos y órdenes tanto a otras divinidades como a los seres humanos. En esa labor destacó la alada Iris, símbolo también del colorido arco que une cielo y tierra tras la tormenta.

Antes de que Hermes, por deseo de su padre Zeus, se convirtiera en mensajero de los dioses, Iris era quien cumplía esa labor. El arco iris era el mejor símbolo de la unión que, gracias a los mensajes que transmitía, unía a los dioses que habitaban el cielo y los mortales que poblaban la Tierra. Aunque Hermes le hizo perder protagonismo en el Olimpo, la diosa siguió desempeñando el papel de mensajera, sobre todo para Hera, la esposa de Zeus.

la Diosa iris: un origen acuático

Iris era hija del dios marino Taumante y de la oceánide Electra. Nació, por tanto, en una familia vinculada al océano, aunque ya desde edad temprana el medio en el que mejor se desenvolvía no eran las aguas, sino el cielo. Gracias a sus alas doradas, podía trasladarse por él a gran velocidad. En eso, y solo en eso, se parecía a sus hermanas Aelo, Ocípete y Celeno, más conocidas como las Harpías, unas doncellas aladas cuya belleza no iba en consonancia con su terrible carácter: atormentar a los humanos y raptar niños y almas eran su gran pasión.

Aunque Iris no forma parte del linaje de los dioses olímpicos, fue una de las primeras en unirse a ellos. Así, durante la Titanomaquia, la guerra que enfrentó a la generación divina de los Titanes con Zeus y sus hermanos, Iris se enroló en el bando de estos. Su labor ya entonces fue el de mensajera.

Otra de sus hermanas, su gemela Arce, realizó el mismo cometido, pero para los Titanes, de modo que, al término de la guerra, Zeus la arrojó al inframundo como castigo. A veces, sin embargo, vuelve al cielo como un segundo arco iris, pálido reflejo del de su hermana.

Iris: los mensajes de la diosa

En los mitos, Iris aparece siempre en el papel de mensajera. Así, en el del nacimiento de Apolo y Ártemis, ella es la que va a buscar a Ilitía, la diosa de los partos felices, para ayudar a Leto a dar a luz.

Su papel en la guerra de Troya fue destacado. Zeus la envió a varios de los héroes que participaron en ella: a Menelao para decirle que su bella esposa Elena le había abandonado por un apuesto príncipe troyano; a Aquiles para urgirle a que se arme para rescatar el cadáver de su amado primo Patroclo; al rey Príamo para confortarlo e instarle a ir a ver a Aquiles para recuperar el cuerpo sin vida de su hijo Héctor…

Iris fue también la encargada de ir a rescatar a la diosa del amor, Afrodita, cuando, en plena batalla ante los muros de Troya, fue herida por la lanza del héroe griego Diomedes.

El mito más inquietante relacionado con Iris es uno que forma parte del ciclo de Heracles, el Hércules de los romanos: según él, la mensajera divina, cumpliendo órdenes de Hera, habría inducido en el héroe una locura que le llevó a matar a su esposa e hijos.

La diosa Iris: la esposa del viento 

A diferencia de otros dioses, Iris no se prodigó en aventuras amorosas. Algunos autores, sin embargo, refieren que fue la esposa de Céfiro, el veloz viento del oeste que anuncia el renacer de la vida que trae consigo la primavera. De esa relación habrían nacido Poto, la personificación del apetito amoroso, y Eros, el dios de la atracción sexual. No obstante, otras versiones hacen a ambos hijos de Afrodita.