La fotografía más triste de Britney Spears cumple hoy 11 años

Era 18 de mayo de 2006 y Britney Spears lloraba con su hijo Sean Preston en un restaurante mientras decenas de fotógrafos retrataban la escena. ¿Qué había ocurrido antes?
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Antes de entrar dentro del todoterreno que la estaba esperando, Spears dejó un mensaje para los fotógrafos presentes: "Esta es la razón por la que necesito hacerme con una pistola".

El 18 de mayo de 2006 Britney Spears salió del hotel Ritz-Carlton de Nueva York con su hijo Sean Preston en uno de sus brazos. Con el otro sujetaba un vaso. En medio de una marea de periodistas que la escoltaban y no dejaban de repetir su nombre, la cantante tropezó y su bebé estuvo a punto de caerse. Antes de entrar dentro del todoterreno que la estaba esperando, Spears dejó un mensaje para los fotógrafos presentes: "Esta es la razón por la que necesito una pistola".

Los diarios aprovecharon para sacarle punta a esta declaración. Medios que probablemente habían apoyado el uso de armas desde sus editoriales se mofaban de sus palabras y aprovechaban el escarnio colectivo al que estaba siendo sometida la cantante desde enero de 2004. Fue el momento en que Britney dejó de ser la novia de América. Un matrimonio de 55 horas, un tour con cientos de problemas y continuas salidas nocturnas eran pasto para la prensa amarilla.

Nuestro imaginario colectivo se compone de símbolos y las fotografías más representativas ilustran acontecimientos trascendentes que representan de manera certera cómo es la sociedad del momento. Cada vez que alguien posa sus ojos sobre el marine que decidió celebrar el final de la Segunda Guerra Mundial besando a una enfermera que le había sonreído en Times Square comparte su júbilo (y se pregunta si ella estaría de acuerdo con su decisión) .

Y llegamos hasta el año 2006. En la era de Perez Hilton y el advenimiento de las redes sociales y los móviles con cámara, los paparazzi estaban conquistando cada vez más bastiones. En aquel momento hubiésemos podido ver el beso del marine, la reacción de la enfermera, la de sus familias y sus fotos de comunión. Y vimos a la cantante más famosa de Estados Unidos hecha un mar de lágrimas sujetando a su bebé en un restaurante de menú mientras el resto de clientes (algunas de ellas madres) observan atónitas.

Britney llora con su hijo mientras algunas de las madres presentes en el local la observan.

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La imagen de una joven madre acorralada por decenas de fotógrafos tras un cristal (todos ellos hombres, apenas existen mujeres paparazzo ) tras un traspiés con su bebé sería probablemente impensable diez años después, cuando la sociedad se conciencia de que debe rebajar su juicio constante a cómo las mujeres se comportan con sus hijos. Probablemente hoy muchas voces saldrían en defensa de Britney Spears. Pero nadie la defendió entonces.

tras el tropiezo

Un día después del suceso, el Washington Post describía el episodio con detalle : "Cuando Britney se tropezó, la cabeza de su hijo se balanceó de manera violenta, sus brazos gorditos se movieron de manera desesperada para alcanzar a su madre, y su gorrita voló hacia el suelo".

Según el Daily Mail , la cantante se las ingenió para no desperdiciar una sola gota de su bebida durante el incidente. Lo que insinuaban los redactores del tabloide es que Spears se encontraba inmersa en una espiral de alcohol y drogas, y que para ella resultaba casi tan nefasto que se le cayese el vaso de cristal como su propio hijo. Lo que ellos no apuntaban es que lo que había dentro del recipiente era agua.

El imaginario de diva en evidente decadencia resultaba muy atractivo por aquel entonces –lo resulta todavía hoy– y además vendía revistas. La mayoría de los medios que cubrieron la noticia dedicaron unas líneas a comentar el look escogido por la cantante: el pantalón de campana arrastrándose, y el top ibicenco que dejaba su espalda al aire y descubría un sujetador negro. Nadie lo dijo de manera clara pero también en este escrutinio estético había una crítica. Los periodistas parecían sugerir que los tops de crochet te hacían peor madre que los trajes de chaqueta. En cierto modo, habían sido sus pantalones, más largos de lo recomendable; y sus plataformas, un calzado inestable, los causantes del tropezón. ** ¿Recibiría las mismas críticas Spears si estuviese subida encima de unos tacones de aguja?**

Incluso el atuendo de Britney fue juzgado tras el episodio.

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El episodio no pasó a mayores gracias a la pericia de su guardaespaldas, que se apresuró a sujetar al niño. De nuevo, el salvador había sido un hombre. Meses antes, su hijo se había caído desde una altura importante; y después de eso, los fotógrafos se regodearon inmortalizando otro de los capítulos de mala madre de la cantante. En este caso la imprudencia se cometió al volante. Su hijo iba sentado en su regazo mientras esta conducía, en vez de estar situado en una silla habilitada para tal fin. ** Spears culpó a los paparazzi de los dos incidentes en los que estos se vieron envueltos, y aseguró que solo intentaba proteger a su primogénito de sus cámaras y su violencia.**

Después del fatídico incidente, Spears se cobijó en la juguetería más emblemática de Nueva York, FAO Schwartz. Allí realizó algunas compras y después corrió hacia un restaurante cercano. La cantante se escondía de los fotógrafos envuelta en un mar de lágrimas y con su hijo de ocho meses entre sus brazos. Las instantáneas mostraban a una chica de 25 años derrumbada, embarazada de su segundo hijo, y con una cara de tristeza absoluta.

Britney Spears llora en un restaurante el 18 de mayo de 2006 tras el incidente con su hijo Sean Preston.

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Consciente de que los periodistas estaban esperándola fuera, Spears aprovechó que tenía a su bebé cerca para tapar con su cuerpo su rostro desencajado. Minutos más tarde se lo llevó consigo al baño, en donde se volvió a maquillar antes de prepararse para abandonar el establecimiento.

La celebridad se vio inmersa en una espiral de desgracias sucedidas de manera constante, y estuvo cerca de perder la custodia de sus hijos. El padre de los niños, su exmarido Kevin Federline, se los reclamó por vía legal después de que la cantante se encerrase con su hijo Jayden en el baño de su casa pocos meses después.

Once años más tarde, la imagen de Britney Spears es opuesta a la que la prensa exhibía por aquel entonces. En la actualidad, la cantante manifiesta el amor que siente por sus hijos a través de sus redes sociales, en donde se fotografía orgullosa con ellos y se muestra decidida a apoyarlos en cada aspecto de sus vidas. En el Día de la Madre del pasado año, Spears publicó una carta en la revista Time titulada "Sois mis obras de arte", en la que aseguraba que sus hijos eran un regalo que Dios le había concedido, y que rezaba a menudo para que ellos consiguiesen todo aquello que se merecían.

Y aunque una pequeña parte de la población –entre la que espero que ustedes no se encuentren– se empeña en denostar los finales felices, lo cierto es que la cantante vive una de sus épocas más prósperas, aunque ya no aparezca en revistas y esté de capa caída en las listas de éxitos. Muy poca gente por aquel entonces podría suponer que se acabaría convirtiendo en la madre abnegada que es hoy en día. Quizás les ocurra lo mismo que a mí y se sientan reconfortados tras conocer esta historia. En cierta medida, lo que esta fábula pop nos enseña es que después de atravesar un periodo negro, es posible volver a ver la luz. Nadie vive de manera absoluta si no ha experimentado ambas facetas.

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